jueves, 9 de octubre de 2008

LA CONQUISTA DE TENOCHTITLAN.

Hacia Tenochtitlan

Partiendo de la conquista de las Antillas, los españoles comienzan desde ahí una serie de viajes exploratorios. Antes de Cortés, tanto Francisco Hernández de Córdoba como Juan de Grijalba habían tocado territorios mexicanos, aunque los dos con mala suerte.

En 1515 se realiza la primera expedición española a Panamá que, capitaneada por Gonzalo de Ajadez, finalmente fracasó debido a la resistencia de los nativos.

Entre 1516 y 1517 son diezmados los pobladores de América Central y Yucatán debido a la epidemia que llevaron consigo los españoles.

En 1518 se lleva a cabo la primera expedición española a México, cuando Juan de Grijalba y sus hombres desembarcan en la Isla de los Sacrificios.

En 1519 comandando a 400 hombres, Hernán Cortes desembarca en la desembocadura del Río Tabasco, cerca de Yucatán. Así se iniciaba lo que a la postre sería la conquista de México.

Pero la expedición de Cortés logró superar los contratiempos. El gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, lo había nombrado jefe de la nota española en las Antillas.

En territorio mexicano, el primer establecimiento español fue la Villa Rica de la Vera Cruz (hoy Veracruz), primer ayuntamiento formado por Hernán Cortés antes de la conquista, con la finalidad de deshacerse de la autoridad de Diego de Velázquez, ya que algunos de los hombres que venían en su expedición, lo presionaban para regresar a Cuba. Con Velázquez había acordado venir a rescatar oro, o sea, obtener el metal precioso mediante el intercambio con los indígenas. El primer punto que tocó fue la isla de Cozumel y posteriormente Tabasco. Es ahí donde se entera de la existencia de un imperio muy poderoso y rico al que todos pagaban tributo: México-Tenochtitlan. Cuando Cortés observa el peso tan importante que tenía la superioridad de armas españolas, decide marchar hacia la capital del Imperio.

La suerte estaba del lado de Cortés, ya que se entero de que en las regiones mayas habían quedado como prisioneros dos españoles: Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero. Logró establecer contacto con Jerónimo de Aguilar, que se sumó a las huestes de Cortés en donde sirvió como intérprete por su conocimiento del maya y el español. Por contraste, Gonzalo Guerrero, para entonces casado con una indígena y con hijos mestizos (los primeros de México), prefirió quedarse con los mayas e incluso se cree que murió luchando contra sus excompatriotas.

Fue en Tabasco donde Cortés conoció a La Malinche, una indígena que junto con otras, le había sido obsequiada en calidad de esclava. Esta mujer conocía el náhuatl que se hablaba en la región de la que era oriunda. También conocía el maya, por lo que desde el principio fue una excelente ayuda para Cortés y sus hombres.

Para acercarte a la importancia del papel jugado por La Malinche, conviene que leas el siguiente texto:


LA MALINCHE: LA LENGUA EN LA MANO

Calar hondo para descubrir el secreto de las tierras recién descubiertas, parece haber sido una de las preocupaciones esenciales de Cortés. Esas frases se repiten a menudo en la Primera Carta de Relación y en la Segunda...
Y es obvio que no es posible calar hondo ni descubrir secretos si se carece de lengua, es decir, de intérprete. La primera buena lengua indígena que Cortés obtiene es Malinalli, Malintzin o Malinche, esa india que, como él dice, "hubo en Potonchán".
¿Cómo hacer para descubrir el secreto que también a ella la encubre? Todos los cronistas la mencionan a menudo, con excepción de Cortés, quien sólo una vez la llama por su nombre en la Quinta Carta de Relación. Coinciden, además, (incluso el Marqués del Valle) en señalar que Marina formaba parte de un tributo o presente entregado al conquistador después de la batalla de Centia, al principio de su periplo (aventura); en dicho tributo se incluyen 20 mujeres para moler maíz, varias gallinas y oro. Forma parte de un paquete tradicional, o mejor de un lote, semejante al constituido para el trueque o rescate, pero en el que por lo general no entran las mujeres; cuando ellas se añaden al lote, es un símbolo de vasallaje (los cempoaltecas "fueron los primeros vasallos que en la Nueva España dieron la obediencia a su Majestad") [Bernal] aunque también puede ser de alianza, como puede verse luego en las palabras del cacique Tlaxcatzin: "démosles mujeres (a los soldados principales de Cortés) para que de su generación tengamos parientes".


Margo Glantz. La Malinche: la lengua en la mano.



Por la región del Golfo de México, los españoles llegaron a Veracruz donde, como ya dijimos, Cortés fundó el primer ayuntamiento como una inteligente medida política para desembarazarse de la autoridad de Diego de Velázquez, gobernador de Cuba. Al enterarse de la oposición de gente de Velázquez, Cortés mandó desmantelar las naves con el fin de evitar que los descontentos se pudieran regresar a Cuba. Fue desmantelamiento y no quema de naves como quieren hacer ver los historiadores proespañoles.

La ruta seguida por las huestes de Hernán Cortés comprendió Cempoala. Jalapa, Tezuitlán, Tlaxcala, Cholula, el paso entre los volcanes, Amecameca y Tenochtitlan.

El cacique de Cempoala, harto de pagar tributo a los aztecas, se alió a los españoles y puso a disposición de Cortés miles de indígenas para que lo acompañaran a Tenochtitlan.

No fue nada fácil la empresa, al contrario. Los tlaxcaltecas se opusieron a pactar con los españoles a pesar de que eran enemigos tradicionales de los aztecas. Tras varios combates sangrientos en los que los hispanos resultaron vencedores, finalmente lograron la alianza con Tlaxcala, misma que resultará de gran importancia. En Cholula fueron bien recibidos, pero Cortés ordenó una matanza cuando la Malinche le enteró que los cholultecas tenían planeado matarlos.

Casi al finalizar 1519, en noviembre, los españoles pueden ver por fin la capital del imperio azteca. A pesar de ser tan conocida la descripción que hace Bernal Díaz del Castillo, no deja de ser interesante:

Por la mañana llegamos a la calzada ancha, íbamos camino de Iztapalapa; y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha por nivel como iba a México, nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las cosas y encantamientos que cuentan en el libro de Amadíz, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro del agua, y todas de cal y canto; y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían era entre sueños.


Los españoles entraron a Tenochtitlan por la calzada de Iztapalapa y ahí se llevó a cabo el primer encuentro entre Cortés y Moctezuma Xocoyotzin (Moctezuma II). Los españoles eran 400 que contaban con 13 caballos, 10 cañones, 4 falconetes (cañones pequeños) y miles de tlaxcaltecas aliados a los europeos.

Es en esta primera visita a la ciudad cuando se les trató magníficamente, se les mostraron los templos, los palacios, los mercados y la ciudad en general.

Mas esta situación no convenía a los planes de Cortés, así que echó mano de un pretexto cualquiera para tomar prisionero a Moctezuma y así presionar a los aztecas. Esto se realizó sin problemas y la situación parecía estar bajo control por parte de Cortés. Sin embargo no fue así, pues por órdenes de Velázquez acababa de desembarcar en Veracruz Panfilo de Narváez. Sus instrucciones: apresar a Cortés.

Cortés partió a Veracruz a enfrentar a Narváez, y dejó a Pedro de Alvarado al mando en Tenochtitlan. Con el pretexto de un complot contra los hispanos, Alvarado ordenó la llamada Matanza del Templo Mayor, una de las acciones más crueles y cobardes, puesto que fueron masacrados más de 600 nobles que realizaban una festividad religiosa y se encontraban desarmados.

Lee con atención los siguientes textos y coméntalos con tus compañeros.

LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR

Pues así las cosas, mientras se está gozando de la fiesta, ya es el baile, ya es el canto, ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los hombres de Castilla toman la determinación de matar a la gente. Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra.
Vienen a cerrar las salidas, los pasos, las entradas: La entrada del Águila, en el palacio menor; la del Acatl iyacapan (Punta de la Caña), la de Tezcacóatl (Serpiente de espejos). Y luego que hubieron cerrado, en todas ellas se apostaron: ya nadie pudo salir. Dispuestas así las cosas, inmediatamente entrar al Patio Sagrado para matar a la gente. Van a pie, llevan sus escudos de madera, y algunos los llevan de metal y a sus espaldas. Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y le dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza; les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquellos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá, en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse.
Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se metieron en la casa común: allí sí se pusieron en salvo. Otros se entremetieron entre los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentando ser muertos, se salvaron. Pero si entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban.
La sangre de los guerreros cual si fuera sangre corría: como agua que se ha encharcado y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse.
Y los españoles andaban por doquiera en busca de las casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas, buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí; por doquiera anduvieron, todo lo escudriñaron. En las casas comunales por todas partes rebuscaron.

Informantes de Sahagún. Códice Florentino.


Los aztecas se indignaron por la matanza y atacaron a los españoles, que tuvieron que refugiarse en el palacio de Axayácatl.

Mientras esto sucedía en Tenochtitlan, en Veracruz Cortés lograba vencer a Narváez y además convencer a los soldados para que lo ayudaran a conquistar la capital del Imperio azteca. Cuando llegan a la ciudad pueden entrar sin contratiempos, pues el plan de los aztecas era acabar con todos los hispanos, aparte de que éstos tenían cautivo a Moctezuma.

Cortés intentó obligar a Moctezuma a que pacificara a los aztecas, pero el resultado fue la muerte del emperador mexica. La versión española fue que un pueblo indignado lo apedreó, pero también pudo haber sido asesinado.

Ante la muerte de Moctezuma, los mexicas nombraron sucesor a Cuitláhuac, que ordenó luchar contra los intrusos. La situación era insostenible para los españoles, casi rodeados en el palacio de Axayácatl.

Por ello, Cortés decidió la huida de la ciudad. Esto sucede en la noche del 30 de junio de 1520.

El plan de los hispanos era salir sin ser vistos, amparados en la obscuridad. No era fácil, pues el ruido de los cascos de los caballos y de las armas metálicas no ayudaba mucho. Así que fueron descubiertos por una mujer, quien dio la voz de alarma. Mas que una batalla, se trató de una persecución de los aztecas a los hispanos, quienes a obscuras, con la pólvora mojada y bajo una lluvia de flechas y piedras, sufrieron una derrota importante.

El nuevo emperador había logrado derrotar a los españoles; quedaba claro que no eran dioses. Según el cronista López de Gomara, en esa noche murieron 450 españoles, 4000 tlaxcaltecas y casi todos los prisioneros. A este suceso se le ha llamado "la noche triste", pues según Bernal Díaz del Castillo, a Cortés "se le saltaron las lágrimas".

Y verdaderamente fue una noche triste, mas no para los mexicas, pues los invasores habían sido derrotados en forma contundente, en tal forma que su existencia estaba en peligro y dependía en mucho de la actitud de los tlaxcaltecas. Si este pueblo respetaba la alianza con los españoles, estarían salvados, pero si sucedía lo contrario, quedarían en un peligro serio.

Mas los tlaxcaltecas continuaron con lo pactado y ayudaron a los españoles, los recibieron en la ciudad y curaron a los heridos.

Mientras tanto las cosas se ponían graves en Tenochtitlan, pues los españoles habían dejado un arma poderosa: una terrible epidemia de viruela contra la que los indígenas no tenían defensa. El resultado fue una gran mortandad que tocó incluso a Cuitláhuac. Ante ello los mexicas nombraron sucesor: el joven Cuauhtémoc, que entonces contaba con 24 años y que, siguiendo la política de su antecesor, decidió defender la ciudad a como diera lugar.
Cortés, contando con la ayuda tlaxcalteca, ordenó la construcción de varios bergantines (pequeños barcos) para así atacar Tenochtitlan por tierra y agua.

Españoles y guerreros indígenas aliados (siete pueblos) marcharon hacia Tenochtitlan decididos a tomarla a sangre y fuego.

Los españoles fueron tomando todos los pueblos que rodeaban la capital azteca con el fin de cortar cualquier clase de suministro. Igualmente se cortó el aprovisionamiento de agua dulce a la ciudad y se cerraron las tres calzadas de acceso.

La lucha por Tenochtitlan fue desde un principio sumamente desigual, tanto por la superioridad de las armas españolas, sino también debido a la gran cantidad de indígenas aliados a los europeos. Se luchó hasta lo último, mas los aztecas estaban debilitados por falta de alimentos y agua. Cuando muchos guerreros habían muerto, entonces lucharon las mujeres, pero ya era imposible contener el avance de los sitiadores, y así finalmente cae Tenochtitlan el martes 13 de agosto de 1521 y Cuauhtémoc es tomado prisionero.

DESPUÉS DE LA DERROTA

Y todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como sí bebiéramos agua de salitre.
Hemos comido palos de colorín,
hemos masticado grama salitrosa,
piedras de adobe, lagartijas,
ratones, tierra en polvo, gusanos.
Se nos puso precio.
Precio del joven, del sacerdote,
del niño y de la doncella.
Basta: de un pobre era el precio
sólo dos puñados de maíz,
sólo diez tortas de mosco;
Sólo era nuestro precio veinte tortas de grama salitrosa.
Oro, jades, mantas ricas,
plumas de quetzal,
todo eso que es precioso,
en nada fue estimado...

(Manuscrito anónimo de Tlatelolco).
Traducción de Ángel Ma. Garibay


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